domingo, 26 de febrero de 2012

Fútbol-Nihilismo-tanta pasión para nada.


El nihilismo (del latín nihil, "nada") es la doctrina filosófica que sugiere la negación de uno o más de los supuestos sentidos de la vida. Más frecuentemente, el nihilismo se presenta en la forma de nihilismo existencial, el cual sostiene que la vida carece de significado objetivo, propósito, o valor intrínseco.

Todas las tardes, la plaza que veo desde mi ventana se convierte en un improvisado campo de fútbol. Un padre y un niño tienen una sesión de entrenamiento. Escuchar el discurso de su padre con el balón sobre la tiza blanca del penalti, símbolo de la victoria o el fracaso, del triunfo o la caída, de la gloria o la muerte, es algo cercano a lo místico.
-Crees que Messi dudaría un instante-dice el padre con cierta tensión gratuita, pero apasionada.

Tanta pasión para nada-pienso-mientras la digresión me transporta a un capítulo del libro de Julio Llamazares con dicho título, que hace honor al nihilismo que nos condena, cuando las pasiones no son capaces de consumir toda nuestra energía, al descubrir que la vida, en muchos momentos, se convierte en un concepto inútil.

Sigo hablando de Fútbol, aunque no sea aficionado desde hace mucho. Tal vez desde el día que descubrí que el fútbol y la política tienen caminos paralelos, e idénticos destinos, condenados a lo bidimensional. 

Tal vez me dejó de gustar en los años 90, con el penalty de Djukic. 

En aquella época  el Deportivo era la representación de lo justo. La victoria de lo humilde frente a los poderosos. La revolución de la  modestia como un arma frente a la altivez y ostentación de los grandes. Eran buenos tiempos, era otra vida, otra ciudad empaquetada en la perspectiva de la distancia, y tal vez el éxito del deportivo, era la culminación de que las cosas iban bien.

Un sentimiento reconfortante cobró vida, una especie de espíritu conciliador que nos mantenía unidos por encimas de las circunstancias y que reducía a trivialidad los problemas cotidianos. Una sensación de comunión brotando entre la gente. No he vivido nada parecido hasta el 15-m en la puerta del sol. 

La gente estaba feliz, una aureola de optimismo tiñó el mundo de azul y blanco. Las pescaderas cantaban. No importaba el tráfico ni los atascos provocados por unas hormigoneras pintadas con los colores del Deportivo. Incluso yo hice acopio de una bufando con los colores de mi equipo. Cada partido era un acontecimiento social. Cada resultado, un pequeño paso adelante que desembocaba en celebración.

Llego el día más importante y decisivo en la historia del deportivo. Las familias se reunieron dialogantes frente al eco de los televisores a todo volumen. No sólo era el campeonato lo que se jugaba el deportivo, eso era lo de menos,  más bien era el orgullo de una ciudad lo que el equipo se jugaba en una sola carta. 

El partido iba avanzando y el ambiente festivo iba desapareciendo, a la vez que un rictus de tensión cubría nuestras miradas. La derrota, el conformismo, hicieron acto de presencia como un fantasma que nos condenaba al silencio. Entonces ocurrió y el árbitro pitó penalti. Primero un rugido ensordecedor estalló cubriendo las calles con su acústica. Sonaron petardos, la celebración estaba a un paso, luego un silencio nervioso, algunos ni siquiera quisieron mirar a los ojos del televisor que tenía la respuesta en unos segundos,  otros se santiguaban agradeciendo al cielo su benevolencia. Djukic, se convertía en el niño de la plaza que veo desde mi ventana. 

"Mientras recorría el campo sus compañeros le daban consejos contradictorios:¡por la derecha!, ¡por la izquierda!, ¡colócala!, ¡a romper!..., durante esos momentos , perdido entre las brumas de su memoria estaban los balones que su padre le pinchaba para que estudiara en vez de jugar al fútbol, o la bicicleta que aquél le fabricó con trozos de otras viejas para que pudiera ir a entrenar a Sabac. 

Cuando el árbitro le dió el balón, Djukic no tenía otra elección. Lo apretó con sus manos, como hacía siempre, para asegurarse que tenía aire. Aunque al que le faltaba el aire era a él. Sentía como si  el pecho se le cerrase a medida que se acercaba el momento.
  
El pitido del arbitro sonó ordenando el lanzamiento. Djukic, ya no podía pensar, era tarde para todo. Le dio al balón, sin mirarlo, como si le pegara al aire..ni siquiera vio adónde iba, sólo vio que el campo de nuevo comenzó a rugir, y el portero del Valencia se levantaba como un resorte y comenzaba a dar saltos mientras sus compañeros le rodeaban alborozados..."

Sentí la sensación de la derrota como Djukic, con las rodillas hincadas en el suelo, con las manos en la cabeza, como un boxeador hundido, sepultado por los golpes de la vida. Mi hermano pequeño lloraba, los vecinos gritaban,  la gente se amontonaba en las calles con sus caras pintados con el color azul del fracaso, algunos incluso, dominados por la ira, golpeaban todo aquello que encontraban a su paso. Otros se abrazaban. Y unos pocos, como mi padre, como el padre de Djukic, como LLamazares, escépticos, reducían todo el sentimiento a una frase: tanta pasión para nada.


Por suerte, en esta vida de altos y bajos, siempre habrá algo que nos haga vivir con pasión, sólo hay que rebuscar dentro. La inquietud es el motor...





viernes, 17 de febrero de 2012

Bienvenidos al circo.


-Como el funambulista y su pértiga, ¿que somos el uno sin el otro?.
-Somos el riesgo, el vértigo, la velocidad, el estallido. Somos más y mejor que este precario equilibrio.

Ana María Shua-Fenómenos de circo



Como en el  libro de Ana María Shua, cada día viajamos en un carromato, escenario de relatos que superan la ficción. Sobrevivimos haciendo malabares con verbos en la cuerda floja de la sintaxis, mientras despiadados domadores de versos azotan las palabras, y  lanzan promesas volantes, con acrobacias que saltan fuera de la realidad. 

En el mundo hay ángeles trapecistas capaces de aterrizar en mis sueños. Lanzadores de cuchillos por la espalda, sin escrúpulos, acompañados de sus hermosas partenaires. Funambulistas en la cuerda floja de los precios. Contorsionistas atrancados en la búsqueda de lo auténtico. Ilusionistas desilusionados con el destino. Gitanas de la buena ventura sin futuro. Magos, capaces de sacar un poco de realidad de su chistera de la nada, aunque incapaces de enamorar y enamorarse. Hasta un tragasables, millonario de la noche a la  mañana, que sólo muestra la mitad de su número, destinado a probar que la otra mitad no es un truco.

Siempre habrá un lugar para ti: sólo se trata de maquillarse un poco cuando los años nos conviertan en payasos.

Bienvenidos al circo. No importan los aplausos, sino las sensaciones de los sueños. Y volar... 


Night and Day by Billie Holiday on Grooveshark

domingo, 12 de febrero de 2012

Levántate.


Levántate. Sal a la calle. Ya sé que hace frío. 
Sal a la calle.  
Ponte el jersey de pelo. Abrígate de las serpientes que lamen tu cuerpo. 
Levántate.
La vida es un accidente de hielo. Una herida fractal en el cielo 
que anoche sangraba tanto....
Levántate. Lo prometiste. Hiciste un pacto. 
El tiempo cumplió su parte. Congeló el momento.

Puede que el camino termine mañana, al final del próximo invierno o ahora 
de madrugada.
Ni la nieve podrá detenernos. Ni las explosiones, ni el viento.
Ni siquiera tu pierna encogida.
Ni la ausencia, ni el silencio.
Ni el aire cerrando la puerta,
dejando las llaves dentro.


*A mi vieja mascota.

Holocene by Bon Iver on Grooveshark

domingo, 5 de febrero de 2012

Las aventuras y desventuras infantiles de Bill Bryson.


No se exactamente porqué, algunos domingos por la tarde miro al infinito desde mi ventana. Es como ver la vida por unos prismáticos desenfocados y perderse cosas. Hay un momento, cuando giro la cabeza, que tengo lo impresión de tener la mirada inquietante de mi padre disparándome por la espalda. Entonces todo se tiñe de blanco y negro, como las fotos de una maleta vieja, y durante décimas de segundo siento una ligera tensión que me intranquiliza. Agudizo mi oído, creyendo escuchar al comentarista del fútbol en la radio, informando que pierde la "Real Sociedad". En la misma cadena de irremediables pensamientos, mi padre, está a punto de preguntarme por los deberes y todavía no los hecho, ni pienso hacerlos. Ayer salimos juntos a coger mejillones en la ría, con nuestras botas de goma amarillas, todavía cubiertas de arena húmeda, reposando sobre un papel de periódico en una esquina de la cocina. Su mirada tiene pliegues de reproche en el nacimiento de su expresión, sus labios ligeramente fruncidos denotan la previa solemnidad de alguien que va a descubrir algo que no le va a gustar......Entonces vuelvo en mi, dejo el caleidoscopio del pasado en la mesa, y abandono ese ligero fogonazo de la infancia, en el que hasta los recuerdos más perturbadores se ven desde una perspectiva feliz. 

Muchos recuerdos como éstos, adaptados a los radiantes Estados Unidos de principios de los 50, son narrados magistralmente por Bill Bryson en un tono, mezcla de ensayo autobiográfico y  relato emotivo con escenas cotidianas. 

Una mirada irónica y reflexiva que envuelve los límites de la inocencia con bastante ternura y algo de malicia. Una época en la que se forjan las condiciones y circunstancias del modelo de vida americano que luego exportaron, como por ejemplo el nacimiento del consumo y el bienestar hasta producir la desposesión de la voluntad de los consumidores.

 La revolución de los aparatos electrodomésticos y televisores destinados a la consecución de una vida más fácil en un mundo que va perdiendo su identidad para convertirse en un lugar franquiciado y globalizado, o las primeras detonaciones de bombas nucleares, contra el peligro del comunismo, en la época del nacimiento de Disneyland, forman parte del contexto que envuelve la infancia del autor.

Los tópicos clásicos, excepcionalmente contados de la preadolescencia: la iniciación al sexo, sus primeros trabajos como repartidor de periódico, la relación con lo prohibido(alcohol y tabaco), el sueño de forcejear una máquina cargada de chocolatinas, los recuerdos con sus padres, el parque de atracciones.

He pasado muy buenos momentos leyendo este libro entrañable, con pasajes tiernos, desternillantes travesuras y críticas descripciones de la época. 

Muy bueno y recomendable.